REPORTE Elianny Y. Velez Gonell
Se entiende por población rural al conjunto de personas que viven en zonas lejanas a las urbes, es decir, a las ciudades, mayormente en zonas abiertas como el campo. Su estilo de vida puede ser más natural y sus valores son a menudo más profundos. Por otro lado, se entiende por población urbana al conjunto de personas que viven en las grandes ciudades, algunos de ellos trasladados desde zonas rurales y cuyo sistema de valores se diferencia mucho del primer grupo.
Para un territorio clasificarse como población rural, el asentamiento debe carecer de los servicios públicos básicos y debe configurarse en poblaciones menores a los 2.500 habitantes. Mientras que en las zonas urbanas debe existir el acceso a los servicios públicos básicos (incluyendo transportes, cloacas y alumbrado público, además de los servicios domésticos) y la población debe ser de más de 2.500 habitantes.
En cuanto a la conformación poblacional: en las zonas rurales la densidad poblacional es baja: los ambientes son más extensos y con ello los tiempos son más lentos. Y en las zonas urbanas la densidad poblacional es mucho mayor, por lo que los ambientes son más pequeños y los tiempos se aceleran.
La actividad económica principal de las poblaciones rurales es de tipo primario: agricultura, ganadería, producción de materia prima. Por eso, la producción de bienes de consumo inmediato permite el menor costo de vida en relación al de las urbes. La actividad económica de las zonas urbanas es mayormente secundaria y terciaria y se destaca la producción de bienes e insumos para su consumo final o venta.
Las poblaciones rurales se caracterizan por viviendas amplias, terrenos extensos y en construcción horizontal. Es frecuente la existencia de construcciones de tipo natural (adobe y piedra). En las zonas urbanas las edificaciones, normalizadas y reglamentadas, responden al uso de materiales constructivos más modernos, mano de obra calificada y la expansión vertical individualizada (como los edificios de varias plantas).
Las personas en las ciudades están sometidas a un agitado estilo de vida, en donde deben cumplir con muchas responsabilidades en un tiempo específico, por lo que cuentan de poco tiempo para compartir en familia o descansar un buen tiempo. Pero este espacio también cuenta con ventajas como el poder escoger entre varias opciones la educación deseada o encontrar casi todos los elementos que se requieren.
Uno de los factores de mayor importancia en la vida urbana es el desarrollo de espacios públicos, donde todos los habitantes puedan encontrarse y convivir a través de sus actividades en un lugar que responda a las necesidades de todos. Estos espacios inclusivos permiten que todas las personas, sin importar su condición económica, edad, género, etnia o condición física, puedan acceder y participar en la vida pública. Algunos ejemplos incluyen andenes, paradas de autobús, parques, ferias, plazas urbanas, e instalaciones públicas de la ciudad que busquen unir a toda la población, crear oportunidades para el bienestar individual y colectivo, y estimular la creatividad de los ciudadanos, logrando comunidades equitativas, saludables y comprometidas con su ciudad.
Las formas urbanas reducen o estimulan la actividad económica a la vez que generan un entorno más o menos agradable para sus usuarios. Condicionan las prácticas sociales al establecer la relación de tiempo y distancia para realizar actividades, del mismo modo que construyen o contribuyen a construir identidades. Son una fuente de riqueza para la industria inmobiliaria y un activo o un gasto para los hogares. Todas estas funciones o utilidades que desempeña el espacio urbano, no siempre se realizan de manera armónica, sino que más bien con relativa frecuencia, el espacio urbano integra una serie de contradicciones respecto a su uso que generan una tensión en su seno. Esta tensión marca el carácter del espacio urbano en un proceso en el que entran en conflicto una multiplicidad de intereses de diferentes agentes sociales y cuyo resultado acaba decidiendo el estado final de la morfología espacial (Fanstein, 1994).
Es decir, que detrás de los artefactos físicos que conforman esta morfología espacial, la cual está integrada por todo aquello que simbólica y funcionalmente es reconocido por la gente como ciudad (edificios privados y públicos, fábricas, oficinas, tiendas, viviendas, parques, equipamientos, carreteras, estaciones), reside una intensa interacción de elementos económicos, políticos y sociales, usualmente mediados a través de algún tipo de planificación urbana o un sistema de regulación (Simmie, 2001).Así, es como se produce el espacio urbano, mediante un proceso social de naturaleza dialéctica en el que el poder de los actores que se lo disputan acaba definiendo su forma (Lefebvre, 1991 [1974]; Gottdiener, 1985).
Weber describe a las ciudades partiendo desde un análisis histórico a partir de aldeas y conglomerados. Como en el estudio de la evolución biológica, se puede comprender a las grandes ciudades de hoy siglo XXI como un resultado de interacciones a lo largo del tiempo que como consecuencia rigen la vida de todos aquellos seres vivos que habitan una ciudad. Para que a un territorio habitado se le pueda considerar ciudad, según Weber debe existir un "señorío territorial" que abastezca y suministre a su propio territorio y un centro mercantil en dónde el intercambio de bienes y servicios sea regular dentro y fuera del territorio. Por lo regular se ha denominado ciudad a aquel sitio con una densidad poblacional relativamente alta, sin embargo, no es un parámetro ideal para definir a una ciudad. Incluso zonas rurales pueden denominarse ciudades. A través del análisis histórico de Weber se puede observar que desde la edad Media inicia una relación religiosa y cultural con el surgimiento de las pre ciudades en dónde el poderío del Rey controla la economía del territorio centralizando y en ocasiones monopolizando recursos.
Como "citadina" considero importante conocer el origen del concepto que caracteriza el territorio dónde habito para comprender situaciones que hoy en día regulan nuestras actividades diarias en la ciudad.
Evaluar la importancia que Marx y Engels otorgaron a la ciudad supone revisar algunas de las obras más importantes publicadas a lo largo de su evolución intelectual. El fenómeno urbano es, pues, un motivo de fondo, recurrente, en los grandes temas que conforman lo que se denomina marxismo y de los que no puede ser desvinculado: desde el materialismo histórico a las relaciones de producción, pasando por la división social del trabajo.
La ciudad no sólo es el escenario, sino sobre todo el motor de la lucha por la vida, por todo, una guerra social abierta de todos contra todos, una vez liberados los siervos del viejo feudalismo (Engels, 1845). Aunque de la descripción realizada se ha desprendido muchas veces una cierta posición antiurbana, que hiciera hegemónica el marxismo ortodoxo de la primera mitad del siglo XX, Engels otorga a la ciudad, sin lugar a dudas, todo el potencial transformador. Las grandes ciudades son el espacio de lucha en el que el proletariado puede tomar conciencia de sí mismo, donde, por tanto, se engendra y crece el movimiento obrero, y donde finalmente el desorden puede desbordar el orden de clase que las ha originado.
El derecho a la ciudad, definido por Henri Lefebvre en 1967 como el derecho de los habitantes urbanos a construir, decidir y crear la ciudad, y hacer de esta un espacio privilegiado de lucha anticapitalista, se encuentra de nuevo en el centro del debate político. Investigadores sociales, movimientos sociales, agencias de cooperación internacional y Estados lo asumen como referente de análisis y postura política para discutir sobre los cambios urbanos de las ciudades capitalistas contemporáneas. Este artículo analiza los supuestos planteados por Lefebvre en 1967 y la transformación que el concepto de derecho a la ciudad ha tenido a partir de autores como David Harvey, Edward Soja y Ana Fani Alessandri Carlos.
Para Simmel, la sociedad moderna y las interacciones sociales que se dan en su seno, se confunden con la metrópolis. El enfoque de la ciudad como una entidad, más allá que puedan observarse fragmentaciones, la analizó como un fenómeno unitario. A partir de la cultura pública. Simmel intenta definir una imagen de ciudad como una forma de sociabilidad. Estas interacciones sociales están situadas; sin embargo, pierden la dimensión territorial específica. Al poner el acento en el análisis micro de las interacciones sociales, de las relaciones sociales en la metrópolis, Simmel no se interesa por las estructuras sociales intermediarias, como la familia, las clases.
En este sentido, las generalizaciones de Simmel sobre las ciudades, terminan siendo excesivas, y parciales, y hace que hoy uno intente concentrarse de un modo más analítico en los significados más específicos de las ciudades y de las diferencias sociales y culturales que emergen dentro y entre las ciudades.
Simmel no plantea que la ciudad "per se" genere o cause estas formas culturales, sino destaca el rol de la ciudad como centro de la economía monetaria (que es el aspecto que desarrolla más extensamente). Dado que la economía monetaria está más desarrollada en las ciudades, también allí lo están sus rasgos culturales.
En consecuencia, el dominio de la economía monetaria en las sociedades modernas explica las actitudes de cálculo asociadas. El cálculo, los números, son significativos porque forman parte de esa economía monetaria y este predominio del cálculo encierra transformaciones cualitativas: el hecho de que “la calidad del dinero consiste exclusivamente en su cantidad”, se vinculará, aunque de manera no lineal, al entorpecimiento de la capacidad de evaluación, como un rasgo de la cultura urbana.
Agrupa los equipamientos destinados a la prestación de servicios y atención a los ciudadanos, en relación con las actividades de carácter administrativo de gestión de la ciudad y los destinados a su mantenimiento. Se clasifican en los siguientes subgrupos: seguridad ciudadana, defensa y justicia, abastecimiento de alimentos y consumo, recintos feriales, cementerios y servicios funerarios, servicios de la administración pública y servicios de telecomunicaciones.
Los servicios, en un centro poblado, barrio o ciudad son las obras de infraestructuras necesarias para una vida saludable.
Entre otros son reconocidos como servicios básicos:
En el presente capítulo se introduce información sobre la Educación enValores, concepto, importancia, objetivos, funciones y la apreciación de ésta, según el Currículo de Educación Dominicano.
La Ética, como una rama de la filosofía, está considerada como una ciencia normativa, porque se ocupa de las normas de la conducta humana, y para distinguirse de las ciencias formales, como las Matemáticas y la Lógica, y de las ciencias empíricas, como la Química y la Física.
Las ciencias empíricas sociales, sin embargo, incluyendo la Psicología, chocan en algunos puntos con los intereses de la Ética, ya que ambas estudian la conducta social. Por ejemplo, las Ciencias Sociales a menudo procuran determinar la relación entre principios éticos particulares y la conducta social, e investigar las condiciones culturales que contribuyen a la formación de esos principios.
Desde que los hombres viven en comunidad, la regulación moral de la conducta ha sido necesaria para el bienestar colectivo. Aunque los distintos sistemas morales se establecían sobre pautas arbitrarias de conducta, evolucionaron a veces de forma irracional, a partir de que se violaran los tabúes religiosos o de conductas que primero fueron hábito y luego costumbre, o asimismo de leyes impuestas por líderes para prevenir desequilibrios en el seno de la tribu.
Incluso las grandes civilizaciones clásicas egipcia y sumeria desarrollaron éticas no sistematizadas, cuyas máximas y preceptos eran impuestos por líderes seculares como Ptahhotep, y estaban mezclados con una religión estricta que afectaba a la conducta de cada egipcio o cada sumerio.
En la China clásica las máximas de Confucio fueron aceptadas como código moral. Los filósofos griegos, desde el siglo VI a.C. en adelante, teorizaron mucho sobre la conducta moral, lo que llevó al posterior desarrollo de la Ética como una filosofía.
Cuando la Ética se convierte en objeto de enseñanza, se denomina Educación en Valores y es una disciplina totalmente independiente, pero emparentada con las Ciencias Sociales, donde los valores morales y las virtudes no se discuten, sino que se buscan nuevas formas, más eficientes, de transmitirlas.
Al decir de Llorens, Carreras y otros (2005, p. 21), la Educación en Valores constituye un trabajo sistemático a través del cual, mediante actuaciones y prácticas en los centros educativos, se desarrollan los valores sobre los que se fundamentará la sociedad futura que se quiere desarrollar.
En este contexto, la palabra valor, aunque en el estudio de las Ciencias Sociales, la Ética y la Moral sea una palabra difícil de explicar; desde el punto de vista la Educación en Valores constituye todas las virtudes que necesita un individuo en el proceso de construcción de su humanidad. Es decir, una serie de indicadores que le permitan elegir entre lo bueno y lo malo en diferentes situaciones.
La palabra actitud se refiere a la asunción de un código no escrito de valores, es una disposición que se debe despertar en el alumno para adquirir y asimilar un valor; tomando en cuenta que el propósito de la Educación en Valores es que esa actitud se transforme en hábito, cuando la asunción del código moral esté establecida en el estudiante.
Según Peña (2002, p. 73) “los valores que deben ser objeto de enseñanza son los ideales de la comunidad o de los pueblos a los que se pertenece, y aquellos que constituyen los polos orientadores del desarrollo personal”.
De acuerdo a la cita anterior, los valores transmitidos son los que postula la sociedad, aquellos que por su naturaleza constituyen un código no escrito, pero necesario para el desarrollo conjunto de todos los ciudadanos o integrantes de un pueblo. Es decir, para un conjunto humano progresar necesita plantearse objetivos comunes y tener herramientas útiles para lograrlo.
El primer órgano socializador, capaz de inculcarles a los individuos las normas mínimas de comportamiento es la familia. Los primeros valores son adquiridos en el seno familiar, gracias a la interacción de los niños con los adultos. Sin embargo, a medida que el niño va creciendo necesita adquirir las herramientas necesarias para introducirse en su sociedad, los valores morales, éticos, humanos y cristianos de su sociedad; para lograr este propósito surgen las instituciones educativas, mismas que deben contar con un personal docente comprometido a formar integralmente los individuos.
El objetivo general de la Educación en Valores es proporcionar el espacio necesario para que el individuo pueda construir una escala de valores a través de sus propias reflexiones, las pautas del maestro y las experiencias de sus compañeros. Por lo que dichos conocimientos no deben ser responsabilidad única de un solo ente educativo, sino un compromiso de la comunidad educativa completa.
Peña (2002, p. 84) recoge algunos principios generales que está llamada a cumplir La Educación en Valores en los centros educativos
Se asimila entonces que para formar en valores hace falta un maestro ideal, capacitado para enseñar con el ejemplo y capaz de entablar conversaciones reflexivas sobre las dudas que poseen sus alumnos en torno a las elecciones de la vida y cómo sobrevivir en una sociedad repleta de males.
La Educación en Valores no es un programa nuevo del Sistema Educativo, ni un contenido o enfoque de reciente introducción. Esta disciplina siempre ha estado presente, pero de forma empírica, en la mayoría de disciplinas, cada vez que un maestro transmite a sus alumnos normas de comportamiento.
Lo que ha cambiado en torno a la Educación en Valores es el enfoque educativo, es la sistematización de la enseñanza, el reconocimiento de que en cada docencia se debe implementar una enseñanza de vida a cada uno de los y las estudiantes.
Según Peña (2000, p. 98) las finalidades de la Educación en Valores son las siguientes:
Se observa que La Educación en Valores tiene como finalidad general lograr que los individuos se desarrollen como ser humanos y aprendan a convivir en sociedad, respetando las normas colectivas de convivencia social.
Según el documento Fundamentos del CurrículoTomo II (1994, p. 8 – 3) el área de Formación Integral, Humana y Religiosa es de naturaleza esencialmente integradora, porque busca el desarrollo del ser humano en todas sus dimensiones. Parte de la naturaleza fundamental y unitaria del mismo, teniendo como base los valores humanos y cristianos, que proceden de la doctrina y la persona de Cristo.
El mismo texto continúa argumentando que, “dicha área responde a la necesidad de apertura e interrelación de la persona con Dios, con los demás y consigo misma”. Se observa que la asignatura tiene desde sus orígenes un tono religioso – cristiano favorable. Sin embargo, dicha asignatura no pretende ser catequesis, ni movimiento de espiritualidad particular o proselitista.
Sin embargo, la formación para promover la dignidad humana no puede ser responsabilidad de un único personaje que posea una sola sesión de clases semanales, sino debe ser un compromiso compartido por todos los participantes del quehacer educativo.
Por tales motivos surge la Educación en Valores, como un proyecto independiente del Ministerio de Educación, que tiene como propósito lograr que todos los maestros de todas las áreas y los niveles educativos se propongan fusionar los conocimientos de sus respectivas asignaturas con los valores humanos, cívicos, morales, éticos y religiosos.
Melo, et. al. (2000, p. 11) apunta que con ese trabajo el Ministerio de Educación pretende facilitar el desarrollo de los ejes transversales, y el enfoque de los contenidos del currículo, creando las bases para la promoción de valores, actitudes y normas que propicien el desarrollo a plenitud del ser humano.
Entonces, se afirma que mientras la Formación Integral, Humana y Religiosa constituye una asignatura presente en todos los niveles educativos, con un currículo específico y un programa de estudio determinado; La Educación en Valores constituye un programa creado con el propósito de lograr que todos los maestros, de todas las disciplinas y de todos los niveles educativos, logren los propósitos generales de La Educación Dominicana, a través de la aplicación de los Ejes Transversales y la prédica formadora a sus estudiantes.
“La formación Ética y Moral se promoverá en el establecimiento educativo del currículo, de los contenidos académicos pertinentes, del ambiente, del comportamiento honesto de directivos, educadores y personal administrativo, de la aplicación recta y justa de las normas de la institución y demás mecanismos que contemple el Proyecto Educativo Institucional”. (Ley General de Educación, 2001, p. 8)
Por lo mismo, toda la comunidad educativa está llamada a promoverse en los valores integralmente asumidos. No es sólo contenido de alguna clase, es una reflexión conjunta que puede ser apoyada con los medios de comunicación social que se tengan a la mano, para una ética vivida en todos los momentos de la existencia.
Una de las necesidades humanas es llenar su deseo y anhelo de lo trascendente. No nos podemos quedar en una Ética, fundamentada para el tiempo y el espacio. Es necesario también incluir las virtudes cristianas, para complemento y ubicación del ser, ante valores que iluminan y clarifican el deber ser de lo existencial humano.
El propósito fundamental de la Educación en Valores es asumir, purificar, incrementar y dinamizar los valores humanos y las virtudes cristianas, en la vivencia consciente e inconsciente de ellos, mediante orientaciones y ejercicios prácticos, que permitan a los niños, a los jóvenes y a los miembros de la Comunidad Educativa, obrar con criterios claros, frente a las influencias de su entorno.
Los logros que debe cumplir la Educación en Valores en la educación dominicana son los siguientes:
Es decir, que las funciones de la Educación en Valores es transmitir formas de conducta que los estudiantes puedan utilizar para ver, juzgar, interpretar, iluminar, celebrar y actuar conforme a los principios sociales preestablecidos.
El presente capítulo trata sobre la enseñanza de la Educación en Valores, señala cómo debe tratarse esta disciplina en el Nivel Básico, establece los modelos existentes, sus contenidos y las estrategias para enseñarlos.
La Educación en Valores constituye un proyecto educativo que consiste en la transmisión de un código ético a un grupo de alumnos, a través de la enseñanza común y no de disciplinas especializadas como la Ética o la Formación Humana.
En ese orden, la enseñanza de la Educación en Valores se puede impartir desde tres perspectivas distintas, según informaciones de Camps (1990, p. 25):
Los modelos anteriores hacen referencia a los diferentes códigos éticos y morales que existen en las sociedades, atendiendo a la orientación laica, católica o globalizadora de la enseñanza o a los diferentes códigos éticos que se inculquen.
El modelo de Educación en Valores a utilizar en los centros educativos dependerá primero de la filosofía educativa del país, de la filosofía educativa de la escuela en cuestión y de la orientación filosófica del facilitador. Por ejemplo, una escuela dirigida por la Iglesia Católica transmitirá valores esencialmente católicos, es decir, un modelo absoluto; una institución laica enseñara mediante el modelo relativo. Las escuelas cristianas harán uso del modelo racional.
En el Sistema Educativo Dominicano, la enseñanza moral será totalmente de índole racional, según lo apunta el Ministerio de Educación, aunque la verdad es que dependerá de la orientación personal de los maestros decidir cuáles, cuántos y cómo transmitir valores a sus estudiantes.
Contenidos de la Educación en ValoresLa Educación en Valores como cualquier disciplina del Nivel Básico, está supeditada a una serie de criterios didácticos y pedagógicos, pero no como si fuera una disciplina autónoma, pues en realidad la Educación en Valores tiene más que ver con un programa o proyecto de aula, que se tratará como un eje que permeará el currículo transversal y horizontalmente.
En este contexto, Peña (2000, p. 98) propone que un currículum de Educación en Valores deberá contemplar los tres tipos de contenidos: informativos, de procedimientos, actitudinales y de valor.
Como se observa, se considera que la Educación en Valores, como cualquier disciplina educativa debe tener un equilibrio entre los contenidos cognitivos, actitudinales y procedimentales. No sólo es que el alumno conozca el valor, sino que comprenda porqué debe mostrar una actitud como la sugerida y que practique el valor en el aula y en otros contextos donde puedan ser adecuadamente evaluados.
Por lo que, al igual que cualquier asignatura formal del currículum dominicano, la Educación en Valores debe promover una fusión entre las informaciones, la práctica de esas informaciones y los valores en sí. Debe garantizar que mediante la enseñanza normal, el alumno pueda adquirir valores que le indiquen un código de conducta basado en la justicia y la comprensión de los valores; no sólo en la imposición de cómo debe actuar.
Según Martínez (1995, p. 150) el trabajo pedagógico del maestro deberá estar orientado primero a fomentar la autonomía de los individuos y despertar sus capacidades reflexivas, para que a través de la comprensión y práctica del valor, sea capaz de crear una norma de vida. En segundo lugar a desarrollar las siguientes dimensiones:
Por lo que el contenido general de la Educación en Valores es formar para la vida, es decir, dotar al individuo de cualidades especiales para que pueda desarrollar su existencia en la gracia de Dios y sin conflictos personales con los hombres.
Por lo visto, la Educación en Valores no sólo incluye la transmisión vacía de “valores éticos”, sino que incluye el desarrollo de actitudes que sólo se logran cuando se comprenden y se practican una serie de valores y se construye un código moral más amplio, donde los valores sirven de referente para las acciones y la conducta.
La idea es la siguiente, si en el aula, en la clases de Sociales el individuo aprende valores como patriotismo, identidad, justicia, equidad, amor, entre otros, puede entonces desarrollar una conciencia sobre el valor que tiene, por ejemplo, preservar la cultura o folklore de la comunidad de San José de las Matas.
Puig (1995, p. 108) recoge algunos ámbitos temáticos imprescindibles en la enseñanza de Educación en Valores, que reúnen los tres tipos de contenidos: autoconocimiento, relación entre iguales, la diferencia, valor y conflicto, habilidades para el diálogo, ciencia, técnica y ecología, la institución escolar como ámbito de convivencia y trabajo, discriminación por razón de género, civismo y convivencia, relaciones en el ámbito familiar, organización de la vida en común, los derechos humanos, los jóvenes y su entorno social y elementos conceptuales y filosóficos.
Se observa que los ejes temáticos anteriores se relacionan al desarrollo integral del ser humano, como se había especificado se refiere a una serie de actitudes que se logran a través de la práctica seria de varios valores, es decir, cuando los estudiantes han asumido los valores humanos, éticos, estéticos y religiosos que fomenta la Educación Dominicana y la norma adecuada de convivencia humana en sociedad.
El proceso de enseñanza - aprendizaje en la Educación en Valores debe caracterizarse por ser: vivencial, activo, actualizado, participativo, interesante y práctico. La relación que se establece entre los que intervienen en el proceso de enseñanza - aprendizaje es de tipo eminentemente dialogístico, con lo cual desaparecen las notables diferencias entre quien imparte conocimiento y quien lo adquiere. Es una interacción muy intensa que se da en un plano de igualdad de condiciones, amplia cooperación, mucha empatía y gran entendimiento.
La metodología debe tener una actividad docente planificada y programada, debe orientarse en forma científica a facilitar el aprendizaje. Para garantizar la calidad y efectividad de una praxiología pedagógica deben lograrse dos metas básicas: la variación conceptual de la educación en valores y estructurar el sistema educativo dentro de la concepción de la educación permanente.
Por lo que la metodología utilizada debe sustentar su praxis en estrategias variadas que faciliten la incorporación total del educando al proceso educativo centrado en el aprendizaje, y no en la enseñanza; y concebido en función del desarrollo de la autogestión a partir del diagnóstico de sus prioridades.
En ese sentido, las metodologías se clasifican en dos grandes grupos, que son: metodologías convencionales y metodologías no convencionales. Las convencionales o tradicionales, que no asumen o no indican ninguna novedad o cambio, si no que son metodologías arcaicas que no dejan un aprendizaje significativo en los estudiantes o aprendices, ya que su aplicación es muy poco flexible y ruda y genera memorización. Por esta razón, éstas son muy poco utilizadas para la enseñanza de valores, como son la metodología dogmática.
Por su parte, las metodologías no convencionales, se conforma por aquellas que son una modificación de las metodologías convencionales, pero que aportan nuevos elementos al proceso de la enseñanza. En dichas metodologías, la práctica pedagógica y experiencia del docente es lo fundamental, pues constituye una significativa ayuda en el avance de la lengua. Las metodologías no convencionales incluyen: enseñanza por descubrimiento o constructivista, enseñanza por exposición o aprendizaje reconstructivo, metodología cooperativa, entre otras.
La palabra clave era memorizar. La teoría del aprendizaje que subyace era un asociacionismo ingenuo, según almacén de datos, ideas y trozos de realidad que se apilaban unos junto a otros sin establecer especiales relaciones entre ellos. En este caso, los valores se adquieren porque sí, sin permitir que el alumno desarrolle su propia creencia sobre este valor, que esté convencido de la necesidad de aplicarlo.
Las estrategias empleadas en la enseñanza de los conceptos en la metodología tradicional eran las mismas que se usaban para trasmitir datos, es decir: el dictado, repetición de ejercicios y rellenado de listas con preguntas precisas, sin permitir la expresión oral del educando.
En la metodología tradicional, los programas están organizados casi siempre de forma cronológica, se aprenden fechas, biografías de personajes destacados, valores descontextualizados de su aplicación real. La enseñanza se reduce a repetir canciones, dramas o poesías, pero sin permitir que el niño comprenda porqué debe comportarse de tal o cual manera. Por ejemplo, se presenta la necesidad de que los niños no mientan, pero sólo se repite no debes mentir, sin explicar el por qué.
La teoría del aprendizaje que subyace a este enfoque es que el aprendizaje tiene por función reproducir conocimientos, no elaborados, y por ello la única estrategia posible para adquirir esos conocimientos es la repetición hasta el hastío. Al asumir esta teoría del aprendizaje, las estrategias de enseñanza resultan simples, presentándole al alumno los materiales de aprendizaje debidamente ordenados, de acuerdo con la lógica de la disciplina e inducir y reforzar una actividad de repaso verbal de esos materiales hasta su correcta reproducción.
Desde este punto de vista, en relación a la concepción de la teoría tradicional, quien sustenta la primacía es el docente en el aula y la función del alumno/a como agente pasivo, cuya única función era repetir los saberes elaborados que le eran informados por este o por el libro de texto. Parafraseando al educador Paulo Freire, se trata de un modelo de enseñanza bancaria, donde el alumno es un recipiente vacío y el maestro es el único que puede hacer uso del conocimiento, con su sabiduría, trata de llenar este recipiente.
De acuerdo a Gómez (1998, p. 76) la enseñanza social se fundamenta en las teorías de Jean Peaget. De acuerdo a éstas, el aprendizaje se considera de carácter evolutivo, al considerar que el aprendizaje, ocurre a través de los períodos o etapas del desarrollo cognitivo, cuando el pensamiento del individuo se va haciendo más complejo y surgen nuevas formas de organizar y responder a la experiencia.
El aprendizaje es considerado un proceso no un producto. Es interaccionista, debido a que para que se produzca el aprendizaje, el individuo debe interactuar con su ambiente, moviéndose en espacios, manipulando objetos, investigando con sus sentidos (ojos, manos, boca, oídos, etc.). Esta concepción expresa que la motivación para el aprendizaje es intrínseca y está dentro del organismo. Otra característica es el carácter humano, pues el único objeto de estudio es el hombre.
Hay cuatro conceptos básicos que son necesarios para entender la teoría de Piaget, estos conceptos son: Esquema, Asimilación, Acomodación y Equilibrio. El esquema consiste en la estructura cognitiva a través de la cual el individuo se adapta y se organizan los estímulos del ambiente. Este es comparado con fichas de registro, en donde cada ficha representa un esquema y son usadas para procesar e identificar los estímulos que llegan.
Los esquemas son estructuras intelectuales a través de las cuales el individuo organiza sus conocimientos de acuerdo a los contenidos acumulado previamente. Los procesos responsables de los esquemas cambien son: la asimilación y la acomodación.
Asimilación: Es el proceso cognoscitivo por el cual la persona íntegra nuevos aspectos perceptibles o estímulos, dentro de los esquemas existentes o patrones de conductas. El proceso de asimilación es el que permite ampliar los esquemas; pero el cambio en el esquema, es facilitado por la acomodación.
Acomodación: Es la creación de nuevos esquemas, o la modificación de los viejos. Una vez que se produce la acomodación, el estímulo está asimilado (el individuo adquiere una nueva estructura o esquema). El proceso de asimilación y acomodación son necesarios para el crecimiento y desarrollo cognoscitivo del individuo.
Equilibrio: Consiste en la fase de asimilación del conocimiento, donde se empieza a utilizar para realizar solucionar nuevos problemas.
Así entendido, el docente organizaría la enseñanza permitiendo la asimilación de contenidos, a través de diversas estrategias que pueden incluir la investigación, la lectura comprensiva, el análisis. Luego, con la información debe darse un proceso de acomodación, lo cual se origina a través de un debate social profundo, en el que el alumno cuestione las informaciones que posee y la reacomode en un esquema lógico que comprenda. Son parte de la metodología social los métodos expositivos, dialógicos, entre otros; que promueven la socialización de los individuos.
De acuerdo a Guzmán & Calderón (2001, p. 74) “las teorías del aprendizaje, con énfasis en la intuición y aspectos hereditarios, han dado paso a enfoques que importantizan el medio ambiente natural y el entorno sociocultural”. De la cita se deduce que, así como la riqueza de las experiencias previas que ha tenido el sujeto, por lo cual cambia el significado de la educación, adquiriendo más relevancia el ambiente que se les proporcione a los alumnos en la escuela y la riqueza de las experiencias que se le ofrezcan. De esta concepción nace el concepto de aprendizaje significativo.
Según Palacios, C. y Zambrano, E. (1993, p. 69), “el individuo debe tratar de relacionar los nuevos conocimientos con los conceptos y proposiciones relevantes que ya conoce”. De acuerdo a la cita, el material aprendido se ha incorporado a la estructura cognoscitiva y se tiene disponible para en un momento determinado reproducirlo, relacionando con otro aprendizaje o solucionar un problema.
Para Guzmán y Calderón (2001, p. 75) “el que aprende debe estar predispuesto al aprendizaje significativo, ya que si se limita a repetir, por muy bien organizado que esté el material, no se producirá un aprendizaje significativo; para que éste se realice, el estudiante tiene que tener experiencias y reflexionar sobre ellas”. De acuerdo a la cita, la estructura cognitiva del alumno ha de tener “ideas incluyentes” que puedan ser relacionadas con el material a aprender, de modo que confieran significado lógico a las ideas nuevas y puedan afianzarlas. El aprendizaje significativo permite al estudiante reflexionar sobre lo aprendido, por lo que la meta-cognición se ha convertido en tema de estudio en el aprendizaje.
El currículo dominicano está organizado en relación a este enfoque, volviendo atrás cada año para reformar conocimientos, partiendo de lo que ya se conoce.
La metodología constructiva se basa en las ideas centrales del paradigma cognitivo en Psicología, que es la naturaleza constructiva del conocimiento. Según esta idea, conocer no es interiorizar la realidad tal como nos viene dada, sino elaborar una realidad propia, auto estructurado a partir de la información que proviene del medio.
La idea básica de esta enseñanza es precisamente el constructivismo, el defender que las personas aprenden a través de las acciones de asimilación. Lo que es y debe ser activo es el proceso de aprendizaje. Ninguna actividad didáctica puede considerarse activa o pasiva, ya que depende de los procesos psicológicos que se pongan en marcha.
La enseñanza por descubrimiento hace referencia a que el alumno lo descubra por su propia acción mental, por una nueva organización en los materiales de aprendizaje que no se hallaba explícita en los mismos, lo que caracteriza a este enfoque es su énfasis en su carácter individual y psicológico de todo aprendizaje. Sus defensores sostienen que en realidad la enseñanza es en sí misma es una tarea imposible, ya que siempre es el alumno el que aprende, de un modo personal e idiosincrásico, siendo la intervención didáctica un elemento externo e incluso un obstáculo para ese aprendizaje.
El descubrimiento o invención se equipara a la comprensión, con lo que el verdadero conocimiento sólo se producirá en contextos de descubrimiento. Los partidarios de este enfoque consideran que las decisiones deben de tener en cuenta qué sucede dentro del alumno, ya que las disciplinas científicas concretas pierden una gran parte del papel que tenían en el proceso educativo.
La reducción de la enseñanza en actos de descubrimiento por parte del alumno ha traído como consecuencia la necesidad de cambiar radicalmente la metodología usada hasta ahora. Las exposiciones por parte del profesor y el estudio de libros de estudio y de texto han cedido el sitio a una amplia gama de recursos, muchas veces ingeniosos y muy laboriosos, cuyo último fin es despertar en el alumno una labor de exploración o investigación.
Fernández (2001) propone que, en la enseñanza por descubrimiento es necesario centrar los esfuerzos en el dominio de la metodología de la investigación histórica por parte de los alumnos. Entre los objetivos prioritarios de este proyecto se haya de dotar a los alumnos en actitudes y habilidades de investigación. Las características de este enfoque de enseñanza incluyen:
a) Activar y mantener el interés, la actitud, la satisfacción, la mente abierta y la curiosidad con respecto al conocimiento.
b) Desarrollar el pensamiento creativo y la habilidad para resolver problemas.
c) Promover aspectos del pensamiento y del método científico.
d) Desarrollar la comprensión conceptual y la habilidad intelectual.
e) Desarrollar actividades prácticas, como registro de datos, diseñar y realizar investigaciones...
Por lo tanto, debe fomentarse en el alumno actitudes y destrezas generales ligadas a un uso adecuado del pensamiento formal. La estructura disciplinal de la Educación en Valores debe someterse a la psicología del alumno y no al revés.
La función de la educación progresista es precisamente proporcionar a los alumnos aquellas formas de conocimiento que espontáneamente jamás alcanzarán. La verdadera alternativa a la repetición, es el significado que pueda alcanzarse tanto por descubrimiento como por exposición. Un aprendizaje es significativo cuando puede relacionarse de modo no arbitrario y sustancial con lo que el alumno ya sabe, para este aprendizaje son necesarias dos condiciones:
a) El material de aprendizaje debe poseer un significado en sí mismo y
b) El material resulte potencialmente significativo para el alumno.
La presentación y exposición de los materiales, así como las actividades deben estar diseñadas con el propósito de que el alumno adquiera nuevos significados que modifiquen su estructura psicológica o mapa conceptual de la disciplina, estos materiales poseen una organización explícita para el alumno, de forma que éste no tenga que descubrirla, sino más bien reconstruirla.
Para educar en valores se necesitan variadas acciones que llevan al maestro a transformar la conducta de sus alumnos, a través de la construcción de conocimientos.
Desde esa perspectiva, según el Fundamentos del Currículo I (1994, p. 5 – 2) las estrategias de intervención docente que se utilizarán en todos los niveles del Sistema Educativo Dominicano, así como en todas las áreas son:
De acuerdo a las estrategias anteriores, los y las docentes tienen maneras diferentes de afrontar los valores éticos y estéticos para construir una conducta moral. Estas estrategias son buenas, porque permiten que el alumno interactúe con sus compañeros y entre todos, en compañía del maestro, puedan llegar a reflexiones que le ayuden a desarrollar un modelo de conducta, que puedan diferenciar las acciones buenas de la mala, por medio de la prédica en todas las asignaturas.
A las estrategias normales del currículo se unen algunas estrategias propuestas por Peña (2000, p. 104) para la enseñanza de valores en especial:
Tabla 1 Estrategias para la educación moral
Estrategias para el análisis y la comprensión crítica de los temas moralmente relevantes. |
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Estrategias para el desarrollo del juicio moral |
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Estrategias de autoconocimiento, expresión y desarrollo de la perspectiva social |
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Estrategias orientadas al desarrollo de las competencias auto reguladoras |
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Fuente: Peña (2000, p. 2)
En la tabla anterior se observa que las estrategias a utilizar para educar en valores no se diferencian de las estrategias generales de enseñanza, pues ambas buscan un propósito común: lograr que el alumno experimente situaciones que provoquen que adquiera por sus propios medios, el conocimiento; desarrollando en consecuencia un código ético, estético y moral, que permita una conducta adecuada, basada en principios morales.
Según Trilla (1992, p. 102) los materiales curriculares son herramientas de mediación entre la teoría y la práctica educativa. El profesorado debe realizar un trabajo sobre Educación en Valores con sus alumnos, por lo que tiene que disponer de unos materiales curriculares para ellos.
En tal sentido, se denomina materiales curriculares a todo objeto que pueda ser utilizado como medio de transmisión de mensajes desde el emisor hasta el receptor. Éstos constituyen ayudas pedagógicas que facilitan la tarea del docente, pues presentan la información de un modo visual, menos abstracto, a los alumnos.
Plantea Trilla (1992, p. 103) que algunos materiales curriculares que se pueden utilizar son: la introducción de experiencias de vida, tradiciones, literatura, cine, prensa, poesía y toda clase de medios escritos que contenga informaciones sobre el contexto socio – cultural a trabajar. No es que el maestro tiene que construir materiales ajenos a su práctica pedagógica para inculcar valores; sino aprovechar sabiamente los recursos de su disciplina para transmitir los mensajes formativos.
Según Martínez (1992, p. 165) la evaluación de la Educación en Valores o educación moral debe contribuir a: generar actitudes de superación y niveles progresivos de autoestima, así como a ayudar a que cada persona se forje un auto concepto de sí mismo, ajustado a la realidad.
Los objetivos de la evaluación de la Educación en Valores son: establecer patrones de desarrollo de las habilidades de los individuos, con el propósito de crear programas correctivos cuando se note que algún área de formación está floja. Por ejemplo, si en un quinto curso de una escuela cualquiera hay problemas de no disciplina, la Educación en Valores promueve que todos los maestros que visiten el grado se reúnan y tracen un plan en común de los valores que se les debe trabajar al grado para erradicar la situación y prevenir que ésta no vuelva a ocurrir.
La evaluación de los progresos realizados en el grupo puede ser ejecutada por el psicólogo u orientador del centro, o por el maestro guía, a partir de pautar una convivencia entre los estudiantes donde se reflejen los problemas del grupo.